Te levantas con la ilusión de un viaje, con la maleta y esa carpeta que nos acompaña. Te sientas y la carretera es guía y compañera.
A la llegada, la brisa del mar te recibe, te acaricia la cara y te moja los pies con fríos de norte y escamas saladas.
Has llegado a tierra de conquistadores, de pesca, de mar. Una bóveda cobijará tu voz. La envolverá como presente a un amigo y de hará regalo al oído atento que te quiera oír.
Verás las notas ante tus ojos dibujar una la melodía allí donde las olas fulgen y golpean temerosas porque algo les turba, porque quizás no solo Dios basta.
Y se hace la voz, en casa del necesario para unos e insuficiente para otros. No hay cansancio.
El deleite de quién hace es mayor que el de quién oye. Muchas voces son una sola voz.
Muchas emociones, son una sola.
La libertad te regresa al camino, a la casa, al hogar… a tí.